Pelillos a la mar


Se dice de pelillos a la mar "al hecho de arrancarse algunos pelos de la cabeza y arrojarlos al viento como significado de reconciliación.
Trasladada al lenguaje común, la frase mantiene su primitivo significado y se la usa en el sentido de allanar o limar diferencias en las relaciones personales.."

Ayer, entre copa y copa (pequeña concesión literaria ya que solo nos tomamos una), simpatizamos con unos marines asturianos.
¿Marines asturianos?
Sí, marines asturianos, aunque no aparezca en Google, existen.
Supongo que en la escuela marítima de Asturias, les habrá enseñado cómo navegar entre Tenerife y Alicante, pero desde luego, no por Barcelona.
Tal cual Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mi, andaban por el Margarita cámara en mano contando a las asistentes que un motor de barco mide 9 metros de alto, que los jefes de máquina son algo huraños pero buena gente, que los distintos turnos de guardia de un barco son de 4 horas y un sinfín de historias más que nos hicieron bajar el alcohol en un tiempo récord.

La historieta, que no tiene más, nos deja algunos pensamientos a tener en cuenta a partir de ahora:

- En Gijón no hay tribus urbanas: los pijos se juntan con los hippies y son amigos para siempre jamás.

- A parte de los sabidos almerienses, existen en el mundo otros personajes curiosos.

- Barcelona es un buen sitio para conocer a estos personajes curiosos.

- En las fuerzas y cuerpos del estado, para ligar, los chicos le enseñan el carné de la escuela de marina a las chicas, sean las 3 de la tarde o las 3 de la mañana.

- Los componentes mecánicos de un barco es un buen tema para tener con cualquier ciudadano de a pie y ganarte su simpatia. Pero mejor si uno tiene documentación tipo fotos o vídeos.

- Los temas marineros son un buen antídoto contra los efectos del alcohol.

- Para ligarte a un oficial de la marina no es necesario saber hablar.

- Es mejor no tener un oficial de la marina como primo, ni como hermano, ni como cuñado. Familia en general, vaya.

- A Ana se le acercan siempre oficiales de las fuerzas armadas, sean de tierra, aire o mar.
Ahí queda. Buenos días.

Entre el corazón y la intención


Imagen de Eneko Olasagas de "Mentiras, medias verdades, cuartos de verdad "

Hace días que intento averiguar por qué me callé. Siempre hablo demasiado pero, en aquél maldito momento, me callé. Como siempre, a destiempo.
Y como el juicio me lo emito yo misma está siendo una larga condena, porque nadie es tan pesado como uno consigo mismo.
No hago más que pensar que yo hubiera mil cosas que no hice mientra él esperaba.
Pero ya no había nada qué hacer, mi corazón, para hacer tiempo (porque el forma parte de mi y también funciona tarde) se había sentado en un rincón, aterrado, divagando sobre cómo cocinar lasaña.
Todo menos abrir los ojos y verlo a él allí de pie, exigiendo, apurando, sospesando si perdonarme la vida o darme por perdida.
La intención transforma, pero el corazón...ese maldito aguanta, retiene, aterrado.
(...)
Si el amor fuera una obra de teatro se escribiría con mentiras piadosas, cantaba Joaquín Sabina. El mío no miente pero calla.
Mentiras, medias verdades, silencios, son lo mismo. Ahora solo me queda pensar que callé por mantener, para escucharme más alto, porque matizar es perder el tiempo, para no salar su alma, para ser invisible, para no discutir, para conservar, o perder, por sentido, por costumbre generacional, por educación...
Pero yo sé que fue por cobardía. Y me huelo que él también lo ha descubierto.

Solo dame 5 minutos

Ella tiene la capacidad de romper las situaciones más críticas a carcajadas.
No son sonrisas químicas, de las que buscan complicidad -anda siéntete a gusto y cuéntame tu vida, no son risas de -ahora no sé cómo me lo voy a tomar. Es una capacidad única que la hace florescente a todas las miradas mientras ella se cree invisible. Una forma de mirar el mundo, una forma única que lo hace mejor, menos pesado, menos rápido, menos cruel.

Por amistad, todo y más


Pertenezco a la generación que vió nacer el reciclaje. Comencé dejando la bolsa de basura fuera del portal, para ser obediente; a tener 4 cubos en la cocina y andar medio barrio, para ser cívica.
He visto tres diseños de contenedores de reciclaje distintos. Pasé de creer que cuidar el medio ambiente era no utilizar desodorante de spray, a poner una tapa a cada olla. Hemos sido obedientes, hemos crecido con un pan bajo el brazo, pero nos hemos concienciado que el pan ahora dura menos que antes y se pone duro.
A los de mi generación nos explicaron detenidamente que nada es para siempre. Nosotros vimos nacer los kleenex, la comida para llevar, las pizzas a domicilio, los libros de bolsillo, Zara y los vuelos low cost.
De pasada también nos contaron que el amor caduca y ello nos llevó a la oportunidad de conocer nuestra media naranja muchas más veces. Pero a cambio nos vendieron que los amigos sí lo eran. No fue un engaño, sino más bien un descuido. En los tiempos de nuestros padres los amigos eran complementarios a sus vidas. Y ahora, des del maravilloso espacio que seguimos teniendo pasados los 25 y a punto de los 30, nos damos cuenta que la naturaleza no era tan sabia. Los niños pueden venir más tarde, los estudios también, las responsabilidades en tarjetas prepago y la adolescencia durar casi casi hasta cuándo queramos.
Y lo mejor, esas personas redescubiertas, lo mejor de muchas de nuestras vidas. A falta de niños: amigos. Y así, mucho mejor.

mi querido monstruo


Hay un monstruo de los bostezos dentro de cada uno de nosotros. El mío es un ser sin dientes que no da miedo, algo bocazas, muy sosete, un poco tontaina.

No es capaz de tenerse en pie, no se soprende por nada y siempre quiere más. Le acompaña una lagrimilla en el ojo izquierdo, el lado del cojín, tiene las piernas flojas, un cuerpo garrapatil. Es feo, pero entrañable. Se trabaja a fondo los viernes, de 12 a 6 de la tarde.

Cuando se pone, es muy pesado, no deja paso a una sola iniciativa, es fiel a su propósito, gulas, avaricioso. Se zampa las horas a bocados, atempta contra el movimiento a bocanadas, pero no es capaz aún de hacer correr las horas. Cuando él está despierto el tiempo no pasa, desespera. Y espera, y no pasa, pesa, se eterniza, agoniza.

Come as you are


Todos tenemos una época más o menos oscura en nuestras vidas. Secretos que nos avergüenzan, por ridículos que sean, momentos y caminos que ahora pasaríamos de largo, amigos que no hubiéramos tenido, novios y rolletes que es mejor mantener en el cuarto trasero de nuestra memoria, costumbres y vicios que es mejor no documentar y una larga ristra de haberes que no queremos que nos definan. Porque ahora somos distintos, ya no somos los mismos. Y así, más de uno se negaría a pasar de nuevo por su adolescencia, su niñez no tan bucólica o sus primeros pinitos en el amor.

Pero nosotros tuvimos una suerte que no tienen los niños de ahora, no existía el Messenger, no existían los móviles, ni MySpace, Joost, Flickr...no teníamos cámaras digitales que pudieran captar instantáneamente vergüenzas, aparatos dentales, pelos indomables, vestimentas que negaremos haber llevado, borracheras, novios feos o canallas y amigas delincuentes. Y así, la mal llamada generación X, la generación que no hacía nada, que no se podía definir, que tenía que pasar sin más gloria que la de unos cuantos ídolos muertos, de pelo largo y grasiento, de camisas de cuadros y de voces agónicas que rompían corazones, nos hemos convertido en la última generación que podrá reinventar su pasado. Seremos los últimos que podremos contar a nuestros niños lo guapos que éramos, el éxito que teníamos y los amigos listos y virtuosos que nos acompañaron.

Egocéntricas, ególatras, egonamás


Organizando...
por recursos

por prioridades

por tiempos


Para conseguir...

flexibilidad

innovación
resultados
emotividad


Tenemos...

coladas mojadas
yogures caducados

menos amigos

más polvo


Se adueñan de...

nuestros suspiros

nuestras madres

nuestros valores

nuestros héroes


Y en el fondo, para ellas no somos nada...

Porque para las marcas, somos pan con Nocilla para merendar.

La plataforma

Han montado una estructura de hierro encima de mi mesa. Muy fea. Muy ruidosa.
Cada vez que alguien sube las escaleras me cubro la cabeza por si cae algo.
Pregunta: Si no había espacio para todos, ¿porque no nos trasladaron al jardín?
Podríamos ser gnomos de piedra, de esos cutres, ochenteros, para casas de la Costa Daurada.
O incluso podríamos volatilizar algunos compañeros, si quitar la estructura sale muy caro...
Estoy convencida que más de uno estaría contento con el cambio.
Solo me olvido de la estructura cuando me voy a dormir. Para chocar de frente con la realidad a la mañana siguiente.
Porque esto ya no es lo que era. Ahora tenemos que ser más ordenados, tendremos que ordenarnos, hacer turnos para el microondas, limpiar los manchurrones de aceite del tupper y resoplar menos a menudo.
Aunque yo sé que en realidad han montado esa estructura para verle las bragas a las chicas, para soplar la caspa de algunos y más de una, para colmar de altura el ego de unos cuantos, los recién llegados a los que hay que mirar con recelo por ser nuevos hasta nueva orden.
Y me da pavor. Aún no he logrado subirme a la dichosa plataforma. Tengo miedo de olvidar que mi cabeza está debajo con sus pelos rebeldes, los que se niegan a pasar por la dictadura de la plancha, miedo a igualarnos a cada escalón, de ver a través de los agujeritos de la plataforma el mundo a topos.
Así que ya les he dicho que, hasta que no pongan una red, la menda no se sube, asumiendo que, al mirar hacia arriba, solo voy a conseguir que me caiga algo de arenilla en los ojos.
Próxima revolución: una moqueta para la plataforma ya.

Menos príncipes azules y más Supermán


Por alguna razón inexplicable, los superhéroes salen menos en los sueños de las chicas. No me refiero a superhéroes musculosos y sexys como los de los anuncios de calzoncillos sino a los de siempre, a los de capas y mallas horteras, los que tenían superpoderes, los de la tarde de domingo frente al televisor, al Tom Cruise del siglo XXI. Pero, por algún motivo que no alcanzo a saber, las chicas tenemos menos sueños de acción.

Yo que siempre me reía cuando ellos me contaban sus agitadas veladas de persecuciones para salvar la paz mundial, cambié de opinión cuando la pasada noche me vi al frente de un equipo secreto para hacer el bien. O mejor dicho, mi bien. Porque en mi sueño yo trabajaba para mí y tenía a dos cachitas rubios – a puntualizar que yo soy más bien de chicos morenos - que iban en toalla y hacían lo que yo les decía. Increíble. Un sueño de los que soy consciente que no voy a tener más.

Pero lo mejor del sueño era una maravillosa sensación de poder. Poder hacer lo que uno quería sin miedo a nada.
Y desde la pasada noche que le doy vueltas a lo mismo: el miedo. Esa sensación que nos deja pasmados a la mínima, que no nos deja hacer más, o menos sin ser considerados rebeldes, sin ser el borde, el raro, la atrevida, el que no se calla, el que le cae una ostia de vez en cuando a la salida de la discoteca.

En fin, que todo esto me ha llevado a pensar que todas deberíamos poder cambiar el pijama de vez en cuando por una buena capa y lanzarnos al vacío del siguiente stage para jugar partidas, capítulos, trilogías. Hagan juego chicos…

Sábado bravas


3 de marzo de un día normal. Estamos tumbadas las tres en la playa sobre una sola toalla. Al fondo, sobre el mar, el Manhattan de Badalona.
Es invierno y parece junio. El mar parece menos mar bajo esa capa de polución. Por un momento ha sido casi verano y por poco volvemos a tener 15 años de nuevo.

Porque yo lo valgo



El otro día mi chico me dijo: ¿por qué no vas a la peluquería y les dices que te enseñen a peinarte?


Primera reacción: casi lo mato. Don Estiloso vuelve al ataque.
Segunda reacción: en parte tiene razón, pero por algún motivo, las chicas no hacemos estas cosas.


Pero los chicos sí. Ellos parten de una base más humilde, a ellos sus mamás les han enseñado a peinarse con la raya al lado y los modernetes se lo han tenido que currar. Y claro, no podemos ovidarnos que ellos empezaron a ser modernetes hace muy poco.

Pero las chicas no. Por alguna razón es impensable ir a la pelu y reconocer nuestra no habilidad para dominar nuestra cabeza. Y es que a nosotras los dones se nos suponen. Tenemos aprendidas, de forma innata, miles de componentes útiles para la vida diaria: estar estupendas, cocinar, poner lavadoras; y algunas algo más laboriosas: ser cariñosas con nuestras mamás, mamás de nuestros niños, amigas de nuestras amigas y un largo etcétera muy estresante.

En fin, estos pensamientos impuros de mi género no implican que Don Estiloso esté en posesión de la verdad, estos pensamientos tienen una única conclusión: tener más dinero.
Más dinero para ir a la pelu cuantas veces sea necesario, tener a alguién en casa que ponga las lavadoras, haga la comida, llame a nuestras madres,... y así tener más tiempo para pasar en la cama con nuestros chicos. Para acallarlos, para escuchar sus ideas descabelladas, para que nos quieran más horas día...