La plataforma

Han montado una estructura de hierro encima de mi mesa. Muy fea. Muy ruidosa.
Cada vez que alguien sube las escaleras me cubro la cabeza por si cae algo.
Pregunta: Si no había espacio para todos, ¿porque no nos trasladaron al jardín?
Podríamos ser gnomos de piedra, de esos cutres, ochenteros, para casas de la Costa Daurada.
O incluso podríamos volatilizar algunos compañeros, si quitar la estructura sale muy caro...
Estoy convencida que más de uno estaría contento con el cambio.
Solo me olvido de la estructura cuando me voy a dormir. Para chocar de frente con la realidad a la mañana siguiente.
Porque esto ya no es lo que era. Ahora tenemos que ser más ordenados, tendremos que ordenarnos, hacer turnos para el microondas, limpiar los manchurrones de aceite del tupper y resoplar menos a menudo.
Aunque yo sé que en realidad han montado esa estructura para verle las bragas a las chicas, para soplar la caspa de algunos y más de una, para colmar de altura el ego de unos cuantos, los recién llegados a los que hay que mirar con recelo por ser nuevos hasta nueva orden.
Y me da pavor. Aún no he logrado subirme a la dichosa plataforma. Tengo miedo de olvidar que mi cabeza está debajo con sus pelos rebeldes, los que se niegan a pasar por la dictadura de la plancha, miedo a igualarnos a cada escalón, de ver a través de los agujeritos de la plataforma el mundo a topos.
Así que ya les he dicho que, hasta que no pongan una red, la menda no se sube, asumiendo que, al mirar hacia arriba, solo voy a conseguir que me caiga algo de arenilla en los ojos.
Próxima revolución: una moqueta para la plataforma ya.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Solo arenilla?
En algunos sitios caen bananas de punta...