Grita

Recuerdo que hace algún tiempo, cuando la mayor parte de las cosas interesantes que nos decíamos los unos a los otros transcurrían durante las clases, alguien se dedicó todo un año a escribirme canciones bonitas en las páginas de mi agenda.
No siempre me las tomaba a bien pues él se creía que yo tenía una vida más interesante de lo que en realidad tenía, pero un día, buscando una fecha de examen, me encontré con una letra preciosa de Jarabe de Palo.

Desde entonces deben haber pasado un trillón de años y ahora nadie me escribe notas en los calendarios porque existen logins y las agendas de papel se comparten en mesas de reuniones.
Tampoco sé lo que sería de la agenda en cuestión. Quizá está guardada en algún cajón de algún trastero. O quizá ni eso. Pero el otro día escuchando Grita, me acordé de mi agenda, y me entró una nostalgia insana de las horas perdidas sólo charlando, arreglando el mundo, entendiendo qué nos pasaba con tanto vaivén, a querer más que nadie, a reír y llorar y todo a la vez, a descubrir que sin los amigos no existías, a seguir todos los hilos menos lo que tocaba, a reír en los silencios y sobretodo, a estar allí, para lo bueno, y para lo malo.

Un beso desde la distancia al escritor de mis agendas. Estés dónde estés (esto ha quedado muy Diario de Patricia quizás).

Grita

Post número 151

Hoy he conocido un hombre extraño. Un hombre de referencias bonitas aunque de pose incómoda. Con una mirada vivida entre un qué más me da y el más puro estereotipo. Chupa de piel, pelo largo y más de tres arrugas en la frente.
Sabiéndose diferente hablaba de forma amable y segura. Buscando asentimiento sin el menor atisbo de necesitarlo. Seguramente por una mera formalidad.

Me ha hablado de jóvenes en calzoncillos que llevaban flores a sus novias al mismo tiempo que me decía no sé qué de ancianas colgadas en un pantano.
Sus referencias hablaban de James Deans postmodernos y Hércules que volvían a casa por Navidad.

Hablaba con desprecio al tópico, al perfecto, a la caricatura del estilo y la espontaneidad. A la marca, a los ejecutivos que desde sus mesas la personalizan y hacen el ridículo pensando que a partir de ahora serán guais y se rodearán de personas que también querrán ser guais.

Y tanto tópico me ha aireado el estómago. Pero para lo bueno.
Quizá el hombre extraño esté casado, con tres hijos que lo llaman mi papa y su máximo atrevimiento es decirle a su mujer que ha comprado otra marca de pan de molde. Pero, ¿sabes qué? Algo me dice que no. Así que seguiré con los ojos abiertos. Anotando referencias.