¿Cuánto te gustaba esa chica? Ni tu mismo lo hubieras podido adivinar. Tan frágil y retorcidamente franca...


Ella había hecho que el año valiera la pena aunque todo fuera a quedar en nada. Nada. Lo pensabas sin querer por la noche cuando subías en el ascensor hasta el tercer piso; cuando pedías la primera copa; cuando hacías todas esas cosas que antes hacías sin pensar. Nada.

A ella le hubieras dado el papel protagonista para interpretar tu vida pero el tiempo se saltó una generación y, por lo visto, no te quedaba ni la opción de esperar.

Te metías en la cama, apretabas los ojos contra el muro que levantaba todas las voluntades y te decías a ti mismo que mañana sería otro día. Quizá para entonces ya no la querrías. Quizá para entonces todo volvería a ser aburrido y tremendamente normal.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"...apretabas los ojos contra el muro que levantaba todas las voluntades y te decías a ti mismo que mañana sería otro día. Quizá para entonces ya no la querrías."

Clar. Real. Demolidor.

*pez dijo...

Voluntats de ferro només aptes per homes i dones serios.