De la necesidad de hablar

Hoy ha sido un día raro. Uno de esos días que se componen de pedazos de vidas ajenas y uno los vela des del silencio escondido tras un libro a medias. Uno de esos días en los que asistes a 1.500 conversaciones sin estar invitado a ninguna, por el mero hecho de compartir espacio vital sin remedio. Quizá para no despegar de la realidad, por conservar el espacio y tiempo y no creerte parte del libro a medias.
Es un ejercicio común. Primero intentas recomponer los trozos que te llegan para hacerlos coherentes. Para que encajen. Para que se ordenen. Como diciendo, sigo aquí. ¿Véis?
Pero al cabo de las horas, el autismo es inevitable. Nada es tan interesante y parece que a la gente le ocurren historias bastante similares.
Al principio te enganchas a cualquier cosa, porque has dormido y te crees con necesidad de ocupar tu tiempo; al cabo de unas horas las conversaciones se diluyen a lo lejos sin tocarte; y al final del día, la responsabilidad parece cosa de locos.

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