Peter Pan

Peter Pan está dormido a mi lado. Hoy ha madrugado y ayer se acostó muy tarde.
Tiene ya algunas canas pero aún viste camisetas superpuestas y bambas fosforitas. A veces, cuando habla, pausado y lento, parece mayor. Per enseguida se despista tras una pelota o una piruleta de colores. Porque a él, le gustan los caramelos de palo de sabor intenso, de los que duran poco en la mano.
Los demás niños lo miran embobados, buscando respuestas, esperando saber si ya les toca jugar también. Se acercan, impacientes, pues saben que a él los juguetes le duran poco. Nada y menos que más.
Y cuando ya no le sirven, los abandona en un rincón, casi nuevos, relucientes, a medio estrenar...


Peter Pan ha despertado. Voy a dejar de escribir, no sea que se de cuenta que escribo sobre él y me despida.

Ese japo, ese japo

De su vida ellas eran sobradamente lo mejor pensaba mientras andaba hacia casa.
Maldito viento. Vestía su abrigo largo, bufanda larga y los oídos tapados con algodones. La calle estaba desierta. Solo se oía el viento que movía las bolsas de basura y papeles sucios de una ciudad solo limpia en los opis y panfletos.
Y así, pensaba que muchas veces demostrábamos demasiado amor a quién no lo merecía, y en cambio amábamos en silencio tantas cosas. Pero al fin y al cabo, todo se resumía dónde uno podía respirar tranquilo, sonreírse de las más solemnes tonterías y acariciar los momentos con palillos.

Ese Japo, ese japo. sms de la peligrosora. 9 de julio del 2006. 17.41.


De puro cuero 100% vacuno.

Zapatos nuevos. De un marrón brillante casi negro. Preciosos. De puro cuero 100% vacuno. Él, que nunca estrenaba nada, y heredaba casi todo, ahora se fundiría la calle a golpe de suela. Las chiquillas caerían como moscas. Su jefe lo ascendería a director general. Estaba claro.

Y así, hinchado como un palomo buchón salió a la caza de la fama merecida. Requemado por tantos años de miseria e indiferencia de la sociedad en general.

Dolores, la vecina buenorra del tercero, esa que jamás lo había visto en 21 años de escalera compartida, los divisó enseguida. -¿Zapatos nuevos señorito? -Sí señorita Dolores. Recién estrenados van. -Y Dolores, ciega a la pobreza, fiel sirvienta de la bonanza, se levantó la falda para enseñar a Gómez sus braguitas de puntilla. Blancas. Firmadas por Ariel.

Feliz como una perdiz, Gómez salió a la calle con sus casi súper poderes. Levitando a tres palmos del suelo. Una de una van. Al pasar por delante la panadería, Rosita, le sacó unos dulces y un bocata de serrano. Dos de dos. Al cruzar la avenida principal los coches frenaron de golpe estrellándose los unos contra los otros, anonadados por tanto brillo y belleza todo en uno. Tres de tres. Las niñas del colegio superior se sujetaban con fuerza las camisas, pero los botones abandonaban sin piedad sus puertos de origen. Cuatro de cuatro. Ricardo, el revistero más choni del barrio salió a su paso con tres periódicos y 400 suplementos. Todos con su número anotado. Cuatro de cuatro. Porque no era target. Al llegar a la oficina le informaron que podía tomarse unas vacaciones merecidas, pues estaba claro que las féminas de la oficina no aguantarían vestidas más de 5 minutos.

De los días que le precedieron nadie sabe, pero el 30 de noviembre se convirtió en un día histórico. Recordado por los años de los siglos porque Gómez estrenó zapatos.