De puro cuero 100% vacuno.

Zapatos nuevos. De un marrón brillante casi negro. Preciosos. De puro cuero 100% vacuno. Él, que nunca estrenaba nada, y heredaba casi todo, ahora se fundiría la calle a golpe de suela. Las chiquillas caerían como moscas. Su jefe lo ascendería a director general. Estaba claro.

Y así, hinchado como un palomo buchón salió a la caza de la fama merecida. Requemado por tantos años de miseria e indiferencia de la sociedad en general.

Dolores, la vecina buenorra del tercero, esa que jamás lo había visto en 21 años de escalera compartida, los divisó enseguida. -¿Zapatos nuevos señorito? -Sí señorita Dolores. Recién estrenados van. -Y Dolores, ciega a la pobreza, fiel sirvienta de la bonanza, se levantó la falda para enseñar a Gómez sus braguitas de puntilla. Blancas. Firmadas por Ariel.

Feliz como una perdiz, Gómez salió a la calle con sus casi súper poderes. Levitando a tres palmos del suelo. Una de una van. Al pasar por delante la panadería, Rosita, le sacó unos dulces y un bocata de serrano. Dos de dos. Al cruzar la avenida principal los coches frenaron de golpe estrellándose los unos contra los otros, anonadados por tanto brillo y belleza todo en uno. Tres de tres. Las niñas del colegio superior se sujetaban con fuerza las camisas, pero los botones abandonaban sin piedad sus puertos de origen. Cuatro de cuatro. Ricardo, el revistero más choni del barrio salió a su paso con tres periódicos y 400 suplementos. Todos con su número anotado. Cuatro de cuatro. Porque no era target. Al llegar a la oficina le informaron que podía tomarse unas vacaciones merecidas, pues estaba claro que las féminas de la oficina no aguantarían vestidas más de 5 minutos.

De los días que le precedieron nadie sabe, pero el 30 de noviembre se convirtió en un día histórico. Recordado por los años de los siglos porque Gómez estrenó zapatos.

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