Aterrizaje y despegue
Llegamos de Córdoba cansados de buscar sombras con la sensación de haber pasado más horas durmiendo que no despiertos. Ponemos nuestros trapitos en agua antes que culminen su proceso de desintegración solar y cogemos un avión hacia Amsterdam.
Al llegar nos invade la certeza profunda de habernos equivocado con el equipaje y antes de pisar el B&B me conciencio que voy a pasar los siete días con los mismos trapos. Seguramente combinados unos encima de otros.
Se me ocurre si una guía práctica no debería incluir las chanclas en la sección de "Qué no llevar", quitando el valioso espacio que ocupan las especies en peligro de extinción.
Nos leemos la guía de cabo a rabo y discutimos largos ratos sobre los verdaderos motivos de las inclinanciones de las casas.
No sabía yo que antes de llegar me tenía que preparar tan a fondo sobre poleas superiores pero la lógica inversa de mi amado no tiene límites.
Sobrevivo a los pelotones del carril bici, sabiendo que sólo llevamos 2 días y me quedan 5 para superarme; Dani echa fotos a todos los gatos dormidos en las ventanas; los dos nos reencontramos con Arnau y Tudela, y dormimos como lirones.
Y con el hormiguero invernal acechando tras la vuelta de la semana, pienso quan práctico sería poder envasar las horas de sueño de más en tarros de conserva de tomatina...
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