Eruditos tecnológicos en el avión

Oh my god que diría más de uno.
Esta mañana me levanto a las 6 de la mañana. Tralarí tralarí.

Entro en el avión a las 7, lleno llenito de trajes y corbatas planchados inútilmente para sentarse entre asientos liliputienses patrocinados por nuestra amiga Vueling.

Me sientan en el que es mi asiento asignado: al lado de la ventana. Justo al lado de un abuelo pelirrojo, traje crema, camisa amarilla planchada a tres rayas en cada manga y corbata a rosa a juego con sus gemelos piedras zafiro lilas. Esto promete.
A su lado, alguien que podría ser perfectamente mi jefe. Cara amable, traje discreto, buena persona diría yo.

El que podría ser mi jefe pero no es me empieza a mirar. Okis. Ya no podría ser mi jefe. Me mira como con ganas de entablar conversación. Ups. No tengo nada que decirle ni ninguna intención de buscar palabras.

Leo el periódico. 20 minutos. Ya estamos arriba. Los chicos aplicados sacan sus carteras y sus respectivos laptops. Yo hago lo mismo para no ser menos y porque tengo que instalar el módem usb antes de llegar. Tengo el tiempo justo de adelantar un par de temas y mandarlos al llegar a la terminal.

El no jefe me mira de nuevo. Yo sigo a lo mío. Disimular tampoco se me da tan mal. Y menos si tengo una pantalla delante.

De pronto veo que llama a la azafata con gestos nerviosos. La azafata se acerca. El tío le dice algo de mí. Esto ya no promete.

Entre apurado y solemne (lo sé, es una mezcla rara pero así ha sido) me dice, él, no la azafata, que no puedo conectarme a internet en pleno vuelo. Lo sé le digo. Vuelo cada semana y me lo han explicado. Sí, pero tienes un módem usb. Sí, lo sé. También llevo bragas y no por ello las usaré contra ti pienso para mi cuando repito: lo sé, pero estoy instalando sin conexión. Estás poniendo en peligro el pasaje de este avión me dice.
Vale. Ya está bien. Guardo el módem usb bomba criminal y sigo escribiendo en el word.

El hombre sigue mirándome con su cara de buena persona.

Al cabo de un ratito, ya a punto de acabar mi lista, el abuelete se gira hacia mí: Niña, ¿no te han dicho que lo apagues? Esto es un peligro.
¿El qué es un peligro señor? ¿El Netbook o la mala hostia que me está entrando entre tanto ignorante? Me reprimo y le explico lo que es un módem.

Al salir, el no jefe me mira de nuevo. Se está esperando para decirme algo. Miro hacia otro lado. Se espera de nuevo en el pasillo del finguer. Hago como que hablo por el móvil. Putos pirados.

Buenos días.

Íntimo

Enciendo la tele post resaca de San Juan y me doy cuenta de algo que ya sabía: en el resto de España no es festivo.

Me doy cuenta también que los programas mañaneros no han cambiado y siguen exhibiendo un puñado de marujas arregladas mostrando las intimidades de esa otra parte de España que tampoco trabaja. No porque en sus comunidades sea fiesta, sino porque no trabajan y punto. Son famosos.

Apago entonces la tele y pienso en las cosas íntimas: Defectos, situaciones absurdas adolescentes de las que adolecemos toda la vida, palabras más altas que nos gritaron al oído y no fuimos capaces de contar ni contestar, partes de nuestro cuerpo con las que jamás querríamos ser vistos.

Y también esas cosas íntimas que son nuestras aunque hagamos a la luz del día porque estamos en nuestro derecho y punto. Ese tipo de cosas de las que nos gustaría que los demás no tuvieran opinión y de paso fueran ciegos sordomudos y no alcanzaran a percibir: media horita de topless en la terraza, por poner un ejemplo.

Entonces me doy cuenta que debía ser mejor para algunos cuando los derechos estaban clasificados por género y las normas se regían por sexos: hombre mira si mujer enseña.
Yo misma estaría encantada de probar unos días al revés también, porque íntimo o no, uno está en desacuerdo dependiendo de la parte donde fue metido per se.
Clarísimo.

Hipoglucemia

Los animalitos campan a sus anchas por mi no jardín y mi sangre teóricamente azucarada. Desde que volqué mi tiempo libre en la jardinería y el amor por las plantas, he descubierto un sinfín de variedades animales que me separan de mi objetivo: mosquitos, pulgones verdes y naranjas, caracoles, arañas, hormigas...Todos ellos besuqueando mi rosal sin rosas, pintando de esmalte pegagoso las hojas de mis begonias, arrimando el codo a la menta sin ningún pudor.
Y mientras yo me dedico a buscar diagnósticos en google, ellos emplean todo su tiempo y más a esa difícil experiencia de sobrevivir al insecticida, el agua con jabón y la manguera a presión.
Ambos, ellos, y yo al otro lado, sabemos que la batalla está perdida. Ellos emplearán todo su verano en sobrevivir. Yo a matarlos. Juegos de vecinitos al fin y al cabo.

El patio


Desde mi hamaca todo se mueve deprisa excepto yo. He comprobado que si me tumbo en ella, mi propia vida necesita menos fotogramas para entenderse a sí misma.