Siete días por contrato




Son las 5 de la mañana, nos metemos en el coche donde están mi abuela y mi abuelo allí esperando. Embutidos ya los 5 mi padre nos lleva a Granada. Mi hermana se duerme al momento. Yo dos minutos más tarde. Me despierto en Valencia.
Vamos a pasar, aunque no lo sabemos, los mejores veranos de nuestra infancia.

De golpe, han pasado por lo menos quince años. Conduzco hasta Valencia destino Córdoba. Nos vamos a Montemayor. Capital mundial del flamenquín de jamón york y pueblo de mi amor. Teníamos que salir a las 6 para estar allí para comer. Y aunque el plan en un inicio motivara por ambicioso, también carecía de realidad.

Vamos a consumir 7 días de nuestras vacaciones entre tintos, chipis y familia. El pueblo de Dani no lo he pisado aún pero me imagino ya que cada tejado cocido al sol, cada cuesta o anciana en bata fresquita, me recordará a mi abuela.

Me sorprende ver que cada carretera secundaria cuenta con dos putis club por lo menos. De pequeña nunca me fijé. Pero los meloneros siguen sitiados al borde de la gasolinera. Y las carreteras siguen desprendiendo oleadas invisibles de calor.

A nuestra llegada, compruebo que ninguna cara me es conocida pero de alguna forma, a todas las vi antes. Arrugadas en pliegues, con sus batas rayadas, de luto, de estrellitas, asomadas a las puertas abiertas, saludando a primos hermanos, tíos lejanos y familiares sin títulos recordables.

Mi abuela se hubiera sonreído al verme atrapada de nuevo entre tanto beso ajeno.

2 comentarios:

La tiradora de hilos dijo...

Molts petons des d'aqui tambe!!! M'ha encantat aquesta entrada i les seves dones en bata :)

Anónimo dijo...

q sensiblona, ja mas fet plorar i a sobre estic al curro argh.gina