Grita maldito

¡Dios mío! El señor de las tinieblas se ha enfadado.
A los esclavos les ha dado por pensar que tienen un líder idiota y han hecho las maletas. Cuando el muy necio se ha dado cuenta, ya era demasiado tarde y gritaba a través de un auricular con nadie al otro lado.
Ahora grita malo. Grita. Grita hasta que te quedes sin voz.

Mi vida como un chucho de crema.

Y así fue como María pasó de ser María a ser otra. Desde el día que decidió cambiar se sentía como un chucho de crema rebosando por ambos lados. El chucho, de crema, María, de mundo interior.

El primer paso era probar. Su plan pasaba por mutar, cada día y durante 24 horas, en la primera persona que apareciera en la página 16 del periódico. De este modo podría probar un poco de aquí y allá antes de dar el gran paso.
Y ahora era la época perfecta. Como el periodo estival estaba llegando a su fin y su marido estaba liado buscando las ocupaciones que iban a llenar sus horas de jubilado María pensó, este ni se entera ni me ve. Total. Si hay que cambiar mejor a plena luz.
Aquél día aparecía en el periódico una alcaldesa del PP que había sido imputada por un fraude de 20 millones de euros. Y aquél lunes, 1 de septiembre, María se hizo alcaldesa corrupta.

Mi vida conmigo misma.

A María, las manos le olían a goma mala. Con los años los guantes de fregar se le habían pegado a la piel. En el espejo, se miraba de frente mientras se alisaba las arrugas y calculaba los meses que tardaría en mutar en una mujer de reality show. Ella. Quién lo hubiera dicho. Como las demás. O peor.
Por las mañanas el silencio se teñía de paz. Se tomaba el café y el periódico con calma. Lejos de los reproches y las zancadillas. Pero, a medida que pasaba las hojas, no podía dejar de pensar cuan feliz sería si viviera los acontecimientos en vez de leerlos.
La casa era preciosa y sus costillas le había costado pero los tiempos muertos eran infinitos. Y los tiempos de guerra tampoco eran mejores. Por allí tampoco había casi nada que hacer más que mutar. Al sol y a la sombra.
Ya se sabe y no hace falta alarmarse. Los telediarios están llenos de existencias que se transforman en historias cualesquiera. En estadísticas anuales y comparativas de años anteriores. En vidas de nada y menos.
Y aunque ella se veía diferente. A María los años le pesaban en la bata de rayas. En la de cuadros y en la lisa. Cada bolsillo añadía medio siglo a sus suspiros de vieja.
Pero un día, a medio caldo de pollo, se inspiró como nunca y decidió que aquél iba a ser su último día de maruja a tiempo completo.