Inseguridades

Él nunca sabe si su ego es lo suficientemente grande para vérselas con los demás divos. Jamás ha sido capaz de dosificar su éxito para dejar de sentirse mal por él, pues en el fondo, se sigue sintiendo un chaval faltado de afecto y aptitudes.
Hace años que cambió el Cola-Cao por el café con leche para poder levantarse por las mañanas. También se hizo con una mujer lista para ganar más silencios que charlas. Hacerse mayor. Qué tontería.
El día a día, gris y soberbio, lo soporta desde su piel de niño inmune al crecimiento. El mismo niño que cuando apaga la luz sigue soñando que conquista planetas vestido de lycra y elastán.
Pasados los cincuenta, sigue pensando que algún día alguien descubrirá que es un impostor y que nada de lo que parece, ni es tanto ni es nada. Nada sino una caricatura de sí mismo reflejada en un espejo caro y absurdo.

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