Aquí seguimos

Apurando la noche en toda su extensión. Combinando lo mejor del horario gallináceo de los holandeses y los despertares tardíos de España. Es decir, durmiendo de 10 pm a 11 am.

Después de 5 días no nos hemos quitado aún la manía de mirar por la ventana y aventurar las más anárquicas previsiones del meteo:
- Hace sol. Creo que hoy me pondré pantalones cortos.
- Yo de ti no lo haría. El cielo se ha vuelto a poner muy gris. Mira, ahí va una con abrigo.
- Sí pero mira, ahí va otra en bicicleta con un bebé en manga corta.

Ayer visitamos los pueblos del norte de Holanda. Conseguimos sacar los tickets después que Dani probara el método de hablar su inglés que parece sueco pero no es ni una cosa ni la otra. Se ve que para las canciones le funciona pero para sacar billetes no.

Los pueblecitos pesqueros nos descubrieron una nueva paleta de colores gris verdosa que no habíamos visto en Amsterdam: el mar muy gris, las casas muy verdes, el cielo muy gris, el césped muy verde. El sol, eso sí, seguía en su empeño de quemarnos las retinas en cada una de sus fugaces apariciones.

Durante estos últimos días hemos estado comentando los colores tan fríos que tiene Holanda: las maderas, los papeles de las paredes, la porcelana, las alfombras, las bicis, el mar, las caras de las niñas. Todo parece preparado para sobrevivir al invierno sin predecir si tendrán verano.

Me pregunto de qué color verán los holandeses España...

- ¿Hace frío? ¿Hace sol? Ayer dijeron que las temperaturas subirían y que llegaríamos a los 19º. No parece que estemos a 19º, ¿no? Hace frío.

Dani se ha despertado.

Aterrizaje y despegue

Llegamos de Córdoba cansados de buscar sombras con la sensación de haber pasado más horas durmiendo que no despiertos. Ponemos nuestros trapitos en agua antes que culminen su proceso de desintegración solar y cogemos un avión hacia Amsterdam.

Al llegar nos invade la certeza profunda de habernos equivocado con el equipaje y antes de pisar el B&B me conciencio que voy a pasar los siete días con los mismos trapos. Seguramente combinados unos encima de otros.
Se me ocurre si una guía práctica no debería incluir las chanclas en la sección de "Qué no llevar", quitando el valioso espacio que ocupan las especies en peligro de extinción.

Nos leemos la guía de cabo a rabo y discutimos largos ratos sobre los verdaderos motivos de las inclinanciones de las casas.
No sabía yo que antes de llegar me tenía que preparar tan a fondo sobre poleas superiores pero la lógica inversa de mi amado no tiene límites.

Sobrevivo a los pelotones del carril bici, sabiendo que sólo llevamos 2 días y me quedan 5 para superarme; Dani echa fotos a todos los gatos dormidos en las ventanas; los dos nos reencontramos con Arnau y Tudela, y dormimos como lirones.

Y con el hormiguero invernal acechando tras la vuelta de la semana, pienso quan práctico sería poder envasar las horas de sueño de más en tarros de conserva de tomatina...

Siete días por contrato




Son las 5 de la mañana, nos metemos en el coche donde están mi abuela y mi abuelo allí esperando. Embutidos ya los 5 mi padre nos lleva a Granada. Mi hermana se duerme al momento. Yo dos minutos más tarde. Me despierto en Valencia.
Vamos a pasar, aunque no lo sabemos, los mejores veranos de nuestra infancia.

De golpe, han pasado por lo menos quince años. Conduzco hasta Valencia destino Córdoba. Nos vamos a Montemayor. Capital mundial del flamenquín de jamón york y pueblo de mi amor. Teníamos que salir a las 6 para estar allí para comer. Y aunque el plan en un inicio motivara por ambicioso, también carecía de realidad.

Vamos a consumir 7 días de nuestras vacaciones entre tintos, chipis y familia. El pueblo de Dani no lo he pisado aún pero me imagino ya que cada tejado cocido al sol, cada cuesta o anciana en bata fresquita, me recordará a mi abuela.

Me sorprende ver que cada carretera secundaria cuenta con dos putis club por lo menos. De pequeña nunca me fijé. Pero los meloneros siguen sitiados al borde de la gasolinera. Y las carreteras siguen desprendiendo oleadas invisibles de calor.

A nuestra llegada, compruebo que ninguna cara me es conocida pero de alguna forma, a todas las vi antes. Arrugadas en pliegues, con sus batas rayadas, de luto, de estrellitas, asomadas a las puertas abiertas, saludando a primos hermanos, tíos lejanos y familiares sin títulos recordables.

Mi abuela se hubiera sonreído al verme atrapada de nuevo entre tanto beso ajeno.

Mi vida como psd

Soy una capa nueva.
Una capa sin background.
Estoy definida por un punto sin color.
A medida que crezca me pintarán más capas.
Con el tiempo, algunas tendrán accesorios y matices.
Otras agradeceré que se muestren con filtros y desenfoques. Incluso invisibles por favor. Así haré como que no existen. Aunque pesen en mi memoria.
Como capa tendré un histórico.
Me definirán dedos y manos ajenas.
Palabras que no sé leer, marcarán mi estilo.
Si tengo suerte, a lo mejor contengo conceptos interesantes; si tengo mala estrella, puede ser que un feedback me condene a la esterilidad.
Pero al final pasaré de moda y seré catalogada bajo una temporalidad y época.
Lo único que quedará de mí será un nombre.
Y por extensión un formato.

Relaciones incomprensibles

Vas cuando ya vuelve. Tópico pero tremendamente cierto.
Te mueres por un halago o un segundo de silencio mientras él anda por allí abarcando espacios y diciendo cosas que tu no consigues hilar.
Cuando se va, un torpedo ha pasado por tu cabeza y, no sabes cómo, pero tus estructuras vuelven a fallar. Como cuando eras niño y no alcanzaste nunca a comprender.

Me doy la vuelta y saco el perro a la calle.
Hace aire. Me encanta cuando en verano hace aire y voy en manga corta.
Sé que ahora todo volverá a su sitio y podré volver a empezar. Porque aunque de fondo siga oyendo voces, sé que yo soy más importante que todo esto.
Buenas noches.