Madrid

Poquito a poco. Camino con un hombro agachado a la fuerza por la mochila. Hace un calor infernal o hiela de repente, como sólo lo hace en Madrid. He llegado pronto y me voy a ir tarde, aunque, como siempre, nunca tan tarde como para considerar esta ciudad residencial o de vacaciones. Madrid está en el limbo. Se ha transformado en esa ciudad indefinida entre la obligación y el placer donde no oigo nada. Nadie me conoce. Los camareros me llaman niña y los taxistas señora. Yo también debo estar indefinida. Aquí es donde voy y vengo, con la mente concentrada en buscar un espacio para estar conmigo y nada más.La ciudad que me ha dado los mejores catarros de mi vida y las primeras presentaciones en habitaciones feas con mesas en forma de U. La ciudad de los cielos bonitos, que decía uno que trabajaba conmigo. La ciudad de los feedbacks y los retrasos. La niña bonita de los calamares donde en cada barra se adivina una panza feliz. Aquí estoy de nuevo.